En este ciclo que inicia se tratará sobre las distopías en el cine. Este término viene a significar el lado negativo de las utopías: unos pocos, en un gobierno totalitario, conciben una sociedad ideal ―para sus intereses― y establecen un sistema en el que los gobernados así lo creen, de manera que se proyecta como una sociedad utópica, ideal, paradisíaca, pero en realidad atenta contra la humanidad misma. Generalmente se proyecta en un futuro de la humanidad, pero la creación de este tipo de historias tiene fuertes cimientos en una realidad actual; por tanto, obras como Fahrenheit 451 (1953) o 1984 (1948), si bien se ubican en el futuro, lo que hacen es advertir sobre lo que se avizora en caso de que se continúen dejando progresar asuntos que comienzan a manifestarse en detrimento de derechos como la libertad y la justicia.
El título Fahrenheit 451 (1966) alude al grado de temperatura en el cual el papel se quema, tema sobre el cual gira la obra. En esta película, basada en la novela del escritor estadounidense Ray Bradbury, y adaptada por el cineasta francófono François Truffaut, los libros son considerados nocivos, perjudiciales y por ello son quemados por unos bomberos que tienen esta misión, con lo que se comienzan a ver las contradicciones de dicha sociedad. Bomberos al servicio de un estado totalitario, que actúan de manera enajenada, sin dimensionar qué perdían (ellos y la sociedad misma) al incendiarlos.
Es importante tener presente que la novela se gestó en pleno momento del macarthismo (1950-1956) en que impera en Estados Unidos un clima de persecución hacia quienes se sospechaba fueran comunistas; entre los acusados de sospechosos de espionaje soviético o de simpatizantes del comunismo por el senador McCarthy, se encontraban personas de los medios de comunicación, del gobierno, militares, artistas, entre estos últimos Charles Chaplin y Bertolt Brecht; igualmente se censuraron más de 30.000 libros que fueron inmediatamente retirados de bibliotecas y librerías, entre ellos Robin Hood. Este episodio negro de la historia estadounidense también recibió la denominación de “caza de brujas” e inspiró a Arthur Miller para la creación de la que fue su obra de teatro Las brujas de Salem (1953), en el mismo año que Bradbury daba vida a Montag, el bombero en cuyo casco aparecía grabado el número 451.
Han sido muchos los episodios de la historia real y de las ficciones en que la hoguera ha sido el destino de los libros; en ocasiones, accidentales como ocurrió en Alejandría las dos primeras veces, en otras intencionadas, como cuando se buscó borrar el legado de Hipatia; la Inquisición misma cuando se condenaban algunas obras que no eran afines al dogma religioso; Hitler y Stalin también quemaron libros. Definitivamente parece que los libros son peligrosos, es preciso exterminarlos, porque le abren nuevos mundos a las personas, porque pueden volverlas insumisas, inconformes con una realidad en que escasea la libertad, porque permiten precisamente dejar volar la imaginación, fantasear con algo mejor. Si no fuera así, a Don Quijote no le hubieran quemado los libros de caballería, que fueron los que le permitieron soñar con la justicia, con un mundo ideal que reviviera el deseo de ayudar a los desventurados y lo llevaron a la locura; Madame Bovary hubiera sido una esposa fiel y abnegada y Montag no hubiera conocido al amor de su vida.
Conviene reflexionar sobre el por qué una cinta cinematográfica se encarga de advertir de los riesgos de una sociedad carente de libros, entregada netamente a lo audiovisual, una advertencia que llama más la atención cuando proviene de alguien que trabaja con lo audiovisual, cuando un director como Truffaut realiza la adaptación de esta novela; esto no es adrede pues para llegar a ser quien fue, Truffaut mismo le reconoció a la literatura su gran aporte: “Siempre he preferido la imagen de la vida a la vida misma. Opté por el libro y el cine a los once o doce años porque me gusta más ver la vida a través del libro y las películas”. (Citado por Pérez Gómez, s.f., p. 52).
La presente historia hace el acompañamiento a la resolución de la pregunta que se formula el bombero Montag, que le permite distanciarse de su oficio y encontrar la cultura: “¿qué contendrán los libros para estar tan radicalmente prohibidos?”, pregunta que bien puede orientar la visión de este filme.
Referencias
Pérez Gómez, Ángel A. (s.f.). La obra cinematográfica de François Truffaut. En: Equipo Reseña. (s.f.). François Truffaut cineasta (pp. 5-66). Bilbao: Mensajero.
6 de marzo de 2012
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