Fahrenheit 9/11 o el miedo como estrategia política

Sonia Natalia Cogollo-Ospina

«Permítanme aseverar mi firme creencia en que nada
debemos temer sino el miedo en sí.»
Franklin Delano Roosevelt, 1933

«El temor es la fuerza más extraordinaria que hay en la vida.»
Gabriel García Márquez, 1995

Hace diez años, la historia del mundo cambió radicalmente con el atentado de las Torres Gemelas el 11 de septiembre por el grupo Al Qaeda. Si bien el objetivo era atacar los símbolos de poder y economía de Estados Unidos, esto tuvo repercusiones a nivel mundial. Podríamos aseverar que a partir de ello surge la era del terrorismo; esta palabra fue célebre y pasó al léxico cotidiano de mandatarios como George Bush, pero también de las naciones latinoamericanas y de todo el mundo para referirse a enemigos que no estaban muy precisados o que buscaban ser materializados desde los discursos del poder en unas minorías religiosas, étnicas o ideológicas. Asimismo surgió la neoguerra con características como el no saber quién es el enemigo, no ser frontal por encontrarse en medio de ellas (con intereses de ambos lados) las multinacionales, con una información que cede continuamente la voz al enemigo y desmoraliza a los ciudadanos de ambas partes frente a su propio gobierno y con un flujo continuo de información (Eco, 2007, pp. 20-27).

Con este nuevo “terrorismo internacional”, los medios de comunicación tuvieron un despliegue como nunca antes:

Los periódicos aumentaron las ventas gracias a aquellas fotos, las televisiones aumentaron la audiencia con aquellos reportajes, y el propio público exigía volver a ver aquellas terribles escenas, ya fuera para cultivar su indignación o por un sadismo inconsciente. Tal vez era imposible obrar de otro modo, pero lo cierto es que con esa actuación los medios de comunicación regalaron a Bin Laden miles de millones de dólares de publicidad gratuita, en el sentido de que mostraron a diario las imágenes que él había creado precisamente con intención de que todos las vieran, para desconcierto de los occidentales y para orgullo de sus seguidores fundamentalistas.
De este modo, los medios de comunicación, al mismo tiempo que lo reprobaban, se convirtieron en los mejores aliados de Bin Laden, que ganó así el primer asalto. (Eco, 2007, pp. 28-29).

Precisamente este es un punto neurálgico en el documental de Michael Moore al denunciar el papel que tienen los medios de comunicación (¿o manipulación?) sobre la vida diaria de las personas. De hecho, retoma el título de una distopía de Ray Bradbury, la novela Fahrenheit 451, en que los bomberos, en lugar de apagar incendios, buscan libros para prenderles fuego, siguiendo las órdenes del gobierno que justifica su acción mediante el argumento de que leer impide la felicidad porque causa angustia, pero cuyo verdadero propósito es sumir a la gente en la ignorancia. Así, Michael Moore juega con el título, recordándonos la esencia de esa obra distópica y tomando como eje el 11 de septiembre y las imágenes del cielo de “Nueva York inflamado por las llamas y el posterior derrumbe de las torres gemelas a los pocos minutos de haber sido impactadas por los aviones” (Pulgarín, 2005, p. 79).

Moore pone de relieve entonces cómo el gobierno de Bush utilizó como principal escudo la estrategia del miedo. Mantener a la población estadounidense atemorizada con un posible ataque terrorista para que tuvieran necesidad de la protección que él le podría brindar, autoproclamado un “presidente de guerra”, aprovechó ese atentado para aumentar su popularidad entre los norteamericanos y siempre azuzó con posibles amenazas de grupos terroristas y con la imperiosa defensa de su país. Los medios jugaron un papel esencial en ello para conseguir una sensación de peligro ubicuo y permanente al registrar hasta los más nimios e intrascendentes actos terroristas de tal manera que multiplicaban el potencial atemorizador de estos. Así, proveyeron, tal vez sin proponérselo, el arma primordial del terrorismo que es, como el nombre lo indica, sembrar el terror.

Se podría concluir con Bauman que: “En una era en la que las grandes ideas han perdido credibilidad, el miedo a un enemigo fantasma es lo único que les queda a los políticos para mantener su poder” (2007, p. 192).

Referencias
Bauman, Z. (2007). Miedo líquido: La sociedad contemporánea y sus temores. Barcelona: Paidós.
Eco, U. (2007). A paso de cangrejo: Artículos, reflexiones y decepciones, 2000-2006. Bogotá: Debate.
Pulgarín, F. (2005). ¿Quién ganó: Bush o Moore? Kinetoscopio, 14(71), 77-80.

13 de septiembre de 2011